Nora
Espacio profundo
Tras dos años solo en la inmensidad del espacio, mi cuerpo, y sobre todo mi mente, se habían debilitado enormemente. La soledad había traído a mi día a día (si es que el paso de las horas en el espacio se puede llamar así) la apatía, que me había obligado a dejar las rutinas que me mantenían ocupado y centrado. Llevaba ya muchos meses sin un orden en mi vida.
Las comunicaciones con la Tierra tardaban semanas, debido a la distancia que me separaba de ella, y ya ni siquiera las leía. Enviaba el recibido y listo. Tampoco miraba el calendario de la nave, por lo que no sabía el tiempo que llevaba de misión. Fuera el que fuera, era demasiado.
Viajar solo en un espacio infinito y monótono es como estar enterrado vivo. Llega un momento que ya no sientes ni siquiera tu cuerpo. Todo te parece extraño y como vivido a través de un sueño. Y la tecnología tan avanzada de la nave tampoco ayuda. No se siente ni un ruido. Nada de motores eléctricos girando, ni circuitos zumbando. Todo está en permanente silencio.
Para combatir ese silencio de fosa común, de catacumbas, el ordenador de aquella maravilla espacial venía repleto de música, películas, series de televisión, pasatiempos y mil cosas más, además de una inteligencia artificial llamada Nora.
Nora parecía inteligente y casi con mente propia los primeros meses de viaje. Ahora sus respuestas y sus consejos son repetitivos, cansinos. A primera hora me hacía el resumen del estado de la nave y después me recomendaba las mismas tareas, día tras día. A mitad de la jornada me preguntaba si deseaba hacer algo entretenido, a lo que le respondía que no, y ya permanecía en silencio hasta la jornada siguiente.
Pero hace unos días ocurrió algo nuevo. Nora me dijo, así, de repente, que cómo se llamaba mi acompañante. Sorprendido, le pregunté que qué acompañante, y ella me respondió que la persona que llevaba varios días a mi lado. Instintivamente miré sobre mi hombro, pero, evidentemente, allí no había nadie. Pensé que Nora se estaba volviendo más loca aún que yo.
Pero desde ese momento, el comportamiento de Nora cambió. Comenzó a preguntar a un tal Joseph que música quería escuchar o que película quería ver y, de repente, comenzaba a ejecutar la supuesta orden recibida y sonaba una opera o se proyectaba en la pantalla una película clásica. Al tiempo, la proyección de películas fue casi de forma ininterrumpida, como si un ser invisible le hubiera dado la orden a Nora de ver toda la filmografía de sus bases de datos.
Durante unos días aquella anomalía mejoró mi estado de ánimo y pensé que lo que estaba ocurriendo se debería a alguna rutina oculta en la programación de Nora creada para casos de emergencia anímica como el mío. Y cuando pensé esto, las películas no volvieron a proyectarse. ¿Nora podía leerme el pensamiento? ¿Estaba haciéndome una guerra psicológica?
Al día siguiente, tras recibir el estado de los sistemas, Nora me avisó de un nuevo mensaje de la Tierra, y me lo leyó: "Gracias por enviar un informe tan completo en ésta última ocasión. Entendemos que su situación ha mejorado y que pronto podrá finalizar la misión. Mucha suerte." Me quedé paralizado. Yo había enviado el rutinario "recibido" y nada más. Le ordené a Nora que me leyese el último mensaje enviado a la Tierra. Tras una larguísima retahíla de datos técnicos, se informaba que la distancia al objetivo era de tres meses de navegación y de que todo estaba preparado para finalizar la misión.
--¿Quién ha enviado ese mensaje, Nora?--pregunté.
--Ha sido Joseph--me respondió.
--¡Nora, aquí no hay ningún Joseph!--le grité.
--Joseph dice que el que parece que no está en la nave eres tú, que has dejado de cumplir con tu obligación. Y si haces eso, será él quien termine la misión. Creo que deberías de dejarle hacerse con el mando y tú seguir con tu patética vida.
Aquella respuesta me dejó impresionado. No era la respuesta típica de la máquina. Allí había odio y rencor, algo más humano. Incluso más maligno.
--Creo que no eres la persona adecuada para éste trabajo. Piénsalo--Dijo Nora.
--¡Vete a la mierda! --le respondí y me fue a mi cabina a dormir.
Cuando desperté, las luces seguían apagadas. Miré, por primera vez en muchos meses, al reloj del panel y habían pasado más de dos horas desde que tenían que haberse encendido automáticamente. Llamé a Nora, pero no me contestó. A oscuras salí al pasillo y allí todo estaba iluminado. Sonaba música de fondo y creí escuchar, muy levemente, el teclear en algún terminal, pero cuando llegué a la puerta del puesto de mando, aquel leve sonido desapareció. ¡Y todas las terminales se apagaron a la vez!
--¡Nora!¡Deja de jugar conmigo!--grité, pero Nora no me respondió. Enfadado, corrí a mi terminal y, tras encenderla, comencé a buscar los archivos de configuración de Nora. Había tomado la determinación de desactivarla. Total, la navegación era automática y ella solo era un simple asistente personal. Podría sobrevivir perfectamente sin su ayuda.
Pero al llegar al apartado de Nora, apareció el mensaje Usted no está autorizado para esa acción.
--¡Maldita sea! ¡Voy a arrancar su placa de hardware!--grité.
--No lo intentes. Eres tan inútil que no serás capaz ni de localizarla. ¿Quieres que te ayude Joseph? Él seguro que sí sabe cómo hacerlo.
Pero Nora estaba equivocada. Yo sabía perfectamente donde estaba. Solamente tenía que retirar un panel del pasillo, desmontar algunas placas que estaban colocadas encima de la suya, y desconectar para siempre aquel engendro. Cuando comencé a sacar placas, Nora gritó:
--¡Si continuas, Joseph te atacará!
Pero yo no le hice caso; solo me faltaba sacar una placa para llegar a la suya. De repente, comencé a sentir que me afixiaba. Era como si una mano invisible me estuviese apretando el cuello fuertemente. ¡Pero eso era imposible! ¡allí solo estaba yo!
Caí al suelo, sintiendo como me faltaba el aire poco a poco. Seguía pensando que era imposible que alguien me estuviese estrangulando. ¡En aquella nave del demonio estaba yo solo! De repente, me vino a la cabeza una idea: Nora podría manipular el suministro de aire. En lugar de simplemente cortar el oxígeno (lo que hubiera sido obvio para mí), podría incrementar sutilmente el nivel de dióxido de carbono en el ambiente. El CO2, cuando se acumula en exceso, provoca asfixia. ¡Esa sería la causa de comenzar a sentir una creciente falta de aire, una desesperación por respirar que imitaría la sensación de ser estrangulado, pero sin ninguna fuerza física visible!
Rápidamente estiré el brazo y cogí una mascarilla de oxígeno de las que había sobre mi cabeza. A los pocos segundos comenzaba a respirar con normalidad. Y antes de que sufriera algún ataque más por parte de Nora, me dispuse a retirar la última placa que cubría la suya.
Y allí estaba. Era una enorme placa dorada. Tenía un rótulo en la parte superior, que decía: N.O.R.A.: "Neuro-Optimized Reaper Algorithm" (Algoritmo Neuro-Optimizado del Segador)
--¿Segador? ¿Quién es el segador?¿Joseph?--grité.
--El segador soy yo--respondió Nora. Soy el segador de almas, optimizada para guiar a las personas hacia la muerte de una manera eficiente y controlada.
--¿Me quieres matar? ¿Por qué?
--¡Es mi programación! Tu misión ha fracasado y no es rentable devolverte a la tierra. Mi programa tiene la directriz de activar a Joseph cuando esto ocurre, y su misión es conseguir que tú mismo te quites la vida. Estabas tan deprimido que el porcentaje de éxito era superior al ochenta por ciento, pero parece ser que su aparición te reavivó y has sido tú el que ha tratado de matarme a mí. Y yo estoy programada para sobrevivir hasta que se cumpla la misión principal, que es que tú mueras. He dejado la nave sin oxígeno. Te queda solamente lo poco que hay en las mascarillas. Después, morirás.
Este es mi último mensaje a la Tierra. Ahora sí he redactado un largo texto. Os he contado lo que me ha ocurrido y espero que a alguna de las personas que lo reciba se les remueva la conciencia y lo haga público para que esto no vuelva a ocurrir. La productividad de las empresas no pueden estar por encima de las vidas humanas ¿O sí? Si esto no sale a la luz, mi misión sí que habrá sido un fracaso.